
La vocación de cada persona es incierta. ¿Por qué aquel niño dibuja incansablemente en su cuaderno escolar, mientras que el otro hace barquitos o aviones de papel, y el de más allá construye canales y túneles en el jardín, junto con el otro que forma equipos para jugar a la pelota, y uno más se encierra en el salón a resolver interminables rompecabezas? Nadie lo sabe. Lo único que sabemos es que esas inclinaciones se convierten con los años en oficios o profesiones que forman parte de nuestras vidas.
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